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Fuerte evidencia de Cultura Animal Observado en Monos y Ballenas.´

Por: Michael Balter
Traducido por: Astrid Strasser.
Fotos: Fuente enlazada. 

Hasta hace bastante poco, muchos científicos creían que solo los humanos tenemos cultura pero esta idea está siendo aplastada por una avalancha de recientes investigaciones con animales*.  Dos nuevos estudios con monos y ballenas llevan el trabajo un paso más allá, demostrando que nuevas tradiciones culturales pueden formarse y como la conformidad puede ayudar  a las especies a sobrevivir y prosperar. Estos descubrimientos pueden también ayudar a los investigadores a distinguir las diferencias entre las culturales humanas y animales.

Los investigadores difieren en cómo definir exactamente cultura pero la mayoría está de acuerdo que involucra la adopción colectiva y la transmisión de uno o más comportamientos en un grupo. La capacidad de los humanos de crear y transmitir nuevas tendencias culturales ha ayudado a nuestra especie dominar la tierra, en gran parte, porque cada nueva generación puede beneficiarse de la experiencia de la anterior. 

Los investigadores han encontrado que transmisiones culturales similares, aunque mucho más simples, ocurren en animales, incluyendo peces, insectos, suricatos, aves, monos y simios. A veces, estas características culturales parecen bizarras, como una tendencia reciente desarrollada entre algunos monos capuchinos de picarse mutuamente los ojos con sus largas y filosas uñas-un comportamiento que se originó en un grupo pequeño de individuos y que se expandió con el tiempo.

En humanos, una vez que una nueva moda emerge, todos empiezan a hacerlo […]. Dos equipos internacionales liderados por investigadores de la Universidad de St. Andrews, Reino Unido, reportaron nueva evidencia de la fuerza de la conformidad cultural en dos especies bien diferentes sospechadas de exhibir comportamientos culturales: los monos vervet y  las ballenas jorobadas.


En el primer estudio, un grupo de investigadores liderados por el psicólogo Andrew Whiten de St. Andrews, intentó inducir conformismo en cuatro grupos de monos silvestres, 109 animales en total, viviendo en una reserva de caza en la provincia KwaZulu-Natal en Sudáfrica. 

Los investigadores dieron a cada grupo dos bandejas plásticas llenas de maíz; el maíz estaba teñido de azul en una bandeja y rosa en la otra. (Estos colores fueron elegidos porque son prominentes en los genitales de los monos vervet macho y, por tanto, atraerían la atención de los monos). Algunos maíces  estaban empapados de amargas hojas de aloe para que fueran desagradables para los monos. En dos de los grupos, el maíz azul era amargo mientras que en los otros dos grupos, era los rosas. En un periodo de 3 meses, los monos aprendieron fácilmente a evitar la comida amarga.  

Cuatro meses después, luego de que 27 monos bebes hubiesen nacido y fueran lo suficientemente grandes para comer sólidos,  se les ofreció nuevamente maíz azul y rosa, aunque esta vez ninguno era amargo. Durante los siguientes dos meses, tanto monos adultos como infantes preferían fuertemente el mismo color de antes, aunque todos los maíces fueran ahora comestibles. Incluso 26 de los 27 infantes solo comieron el maíz favorecido por sus madres, ignorando los otros.  

Durante el periodo del experimento, 10 monos machos migraron de un grupo con preferencia a un color de maíz a otro grupo con preferencia al color opuesto. Siete de los 10 inmediatamente adoptaron el color elegido por el grupo nuevo, adoptivo, sugiriendo que fueron influenciados por las normas de esa congregación.

El estudio demuestra que el aprender de otros y la conformidad cultural juegan un papel importante en el comportamiento de animales y humanos, concluyen Whiten y sus colegas. Apoyarse en las experiencias de otros-en lugar de depender solamente de la experiencia personal-puede ayudar a los animales a adaptarse.

Ballenas Jorobadas cazando con red de burbujas.


En el segundo estudio, un grupo diferente de investigadores, liderados por el biólogo marino de St. Andrews, Luke Rendell, investigó una tradición, inventada por las mismas ballenas jorobadas, que involucra un método de pesca llamado alimentación con red de burbujas: las ballenas soplan burbujas alrededor de cardúmenes, confundiendo a los peces y arreándolos juntos, luego se abalanzan hacia las burbujas y se engullen a sus presas.

En 1980, una ballena fue observada inventando una nueva adición para esta técnica, golpeando la superficie del agua varias veces con su cola antes de soplar las burbujas (lobtail feeding). Los investigadores no saben qué ventaja les da esto a las ballenas pero este tipo de comportamiento emergió en un momento de disminución de la población de la presa preferida de las ballenas, el arenque, y el incremento de otro pez:  los ammodítidos. Los investigadores especulan que golpear el agua ayuda a arrear a los ammodítidos juntos.

Los observadores tenían la impresión de que la alimentación con golpe de cola se expandía pero no había evidencia solida. El equipo entonces analizó 27 años de datos en el comportamiento de las ballenas colectado en el Banco Nacional Marino del Santuario de Ballenas de Stellwagen, en la bahía de Massachusetts, entre Cape Cod y Cape Ann. Incluía 73.790 avistajes grabados en la computadora que involucraban 653 ballenas observadas al menos 20 veces.

A lo largo de los años, la alimentación con golpe de cola se expandió al 37% de la población y hasta el 87% de las ballenas que adoptaron la técnica parecían haberlo hecho al mantener asociaciones cercanas con otra ballena que ya estuviera utilizando el método. (Se contaba a los individuos como “asociados” si estaban a dos cuerpos de distancia de cada uno y mostraban coordinación en sus comportamientos.)

Ballena Jorobada cazando con golpes de cola.

Investigadores ajenos a estos dos equipos de trabajos estiman que los dos estudios sirven como un hito: “Sus publicaciones conjuntas marcan el momento cuando podemos finalmente avanzar a la discusión de las implicación de  la cultura en animales” en lugar de simplemente discutir si la cultura está presente o ausente, dice Carel van Schaik, un primatólogo de la Universidad de Zuriich en Suiza.

 Los descubrimientos con monos vervet son “una gran sorpresa”, dice, porque los animales “abandonaron preferencias existentes cuando [entraron] a un grupo con preferencias distintas. Previamente, los investigadores asumían que dichas elecciones eran dictaminadas principalmente por un impulso a obtener los alimentos más nutritivos en lugar de factores sociales. “Viéndolo en retrospectiva, que los monos se apoyen en la sabiduría de grupos locales tiene perfecto sentido.”

El estudio con las ballenas también obtiene aprobación. Es “una increíble compilación de datos” dice Susan Perry, una antropóloga de la Universidad de California, Los Angeles. “Veo esto como un caso muy convincente de tradiciones alimenticias en un cetáceo.”

Sin embargo, van Schaik, Perry, y otros investigadores dicen que aún hay mucho trabajo por hacer para entender cuanto se parece la transmisión cultural de los animales a la de los humanos. “Ambas investigaciones muestran que los animales prestan atención y son influenciados por lo que hacen otros animales,” dice Mark Pagel, biólogo evolucionista de la Universidad de Reading, Reino Unido, pero ninguno demuestra el tipo de copiado sofisticado típico de los humanos, el cual nos separa del resto de los animales, dice Pagel. Sin la habilidad para copiarse realmente el uno al otro, continúa, los animales no pueden desarrollar los comportamientos cada vez más sofisticados que han llevado a la cultura humana a niveles tan altos.**


*N/T: El artículo habla de animales y humanos como si la especie humana no fuese parte del reino animal. Para mantener la integridad del mismo, lo traduje de manera textual.


**Este tipo de artículos siempre se cierran con conclusiones similares: “los animales se parecen pero somos más desarrollados-inteligentes-complejos”.  Cabe preguntarse por qué continuamos colocándonos como índice para medir a otras especies.

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Los Animales Tienen Emociones, pero ¿cómo deberíamos llamarlas?

Por Vicki Croke
Traducido por: Astrid Strasser. 

Los humanos hablamos. Los animales vocalizan.

Nosotros Amamos. Ellos desarrollan vínculos.

Nosotros desarrollamos lazos de amistad, ellos mantienen conexiones sociales.

Nosotros sentimos celos, ellos protegen un recurso.

Nosotros tenemos sexo, ellos copulan.

¿Notan un patron?

Nosotros humanos parecemos determinados a separarnos del resto del reino animal aunque tengamos que hacer trampa. Y a veces parece que hacemos trampa porque mientras que los científicos continúan juntando evidencia, documentando cuanto compartimos con otros animales-emocionalmente, cognitivamente y neuro-químicamente-muchos humanos todavía utilizan distinciones lingüísticas anticuadas que ponen a los animales en un lugar pretendidamente inferior.

En Julio de este año, un estudio publicado en PLOS ONE indicaba que los perros experimentan celos. Es una emoción compleja-combinando otras emociones, como enojo y resentimiento- y que ha sido siempre considerada exclusivamente humana. 

Pero eso es solo el ejemplo más actualizado (N/T: este artículo fue publicado en Agosto 2014) sobre como la ciencia encuentra características “humanas” en el mundo animal. Desde que Jane Goodall, en 1960, vio a chimpancés arrancando hojas de las ramas para poder pescar termitas-destruyendo la pretensión humana de ser el único animal que usara herramientas- nuestro estatus de criatura especial se ha visto puesto en constante duda. En la actualidad, se ha demostrado que muchas de las características que considerábamos exclusivamente nuestras no son más exclusivas que una subscripción a una revista semestral.  

Bonobo
Los bonobos, entre los primates más cercanos a los humanos, comparten comida con extraños. Los investigadores creen que este comportamiento nos ayudará a entender el inicio del altruismo humano. Pierre Fidenci via Wikimedia Commons.

Para resumir unos pocos: las ratas demuestran arrepentimiento. Los elefantes parecen llorar a sus muertos. Los perros son fantásticos a la hora de leer las emociones humanas, capaces de hacer algo que nosotros mismos hacemos: escanear el lado derecho de la cara humana (el cual algunos investigadores dicen es el lado más expresivo). ¿El grado de conciencia que es necesario para reconocerse a uno mismo en el espejo? Como los humanos, algunos primates, elefantes, orcas, delfines y urracas han pasado la prueba del espejo.

¿Cooperación, compasión, juego, altruismo, un sentido de lo que es justo? Todos aparecen entre los animales, como así también algunas de las cosas malas: los chimpancés pueden deliberadamente engañar a otros chimpancés y a los humanos.

Y podemos llegar aun más profundo. No solo podemos encontrar comportamientos “humanos” y pensamiento en algunos animales; gracias a la tecnología, incluyendo el IRM, podemos también ver cuando áreas del cerebro que son activadas en los animales, y los químicos que se filtran, equivalen a nuestras propias funciones cerebrales. Por ejemplo, se pensó alguna vez que las células fusiformes, las cuales parecen ser importantes en procesar emociones, eran exclusivas del ser humano y los grandes simios; ahora sabemos que son también abundantes en el cerebro de las ballenas.

Se descubrió en un estudio en Hungría que escuchar el sonido de la risa o el llanto causa la misma reacción en el cerebro de un perro que en el cerebro humano.

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Los delfines nariz de botella han pasado la prueba del espejo. Foto: lolilujah via Flickr Creative Commons.


Entonces, si los animales están probando ser tan como nosotros, ¿por qué nos resistimos a describir sus experiencias con los mismos términos que aplican a nosotros? ¿Tenemos miedo de ser acusados de ser no-científicos? Si es si, estamos entendiendo las cosas mal. “Es mala ciencia el robar a los animales de sus capacidades cognitivas, emocionales y morales.” Dice Marc Bekoff, biólogo evolucionista y autoridad en conducta y emoción animal. En su libro “La Vida Emocional de los Animales” escribe que:

“Es mala biología discutir contra la existencia de las emociones animales. Investigaciones científicas en biología evolucionista, etología cognitiva y neurociencia social apoya la opinión de que muchos y diversos animales tienen vidas emocionalmente ricas y profundas.”

Entonces, quizás es el antropomorfismo- la proyección de características humanas en otros animales-a lo que le tenemos miedo. Nuevamente, estaríamos errando.

Pensadores modernos como la autora Laurel Braitman, dice que el antropomorfismo correcto puede ser científicamente sólido. En su libro: “Locura Animal: como Perros Ansiosos, Loros Compulsivos, Gorilas Drogados y Elefantes en Recuperación Nos Muestran el Salvajismo de Nuestras Propias Mentes.” dice que podemos elegir

“antropomorfisar bien y, al hacerlo, hacer interpretaciones más precisas sobre el comportamiento de los animales y sus vidas emocionales. En lugar de ser proyecciones humanas, el antropomorfismo puede ser el reconocimiento de características humanas en otros animales y viceversa.”

Bekoff señala que las emociones son importantes para todas las criaturas sociales-ayudándonos a entablar relaciones, a vivirlas y a protegernos a nosotros mismos. Como lo  expresa Elizabeth Marshall Thomas, famosa autora y antropóloga:

“la conciencia es algo que hemos obtenido a través de nuestro largo pasado de mamíferos. El pensamiento y las emociones tienen valor evolutivo.”

Sy Montgomery, la escritora sobre naturaleza que ha vendido más libros, está de acuerdo:

“Hablamos de ser antropomorfistas, sobre atribuir características humanas a los animales.” Dice por teléfono desde su casa en New Hampshire. “¿Quien dice que estas características son humanas? ¿Quién dice que las inventamos? La evolución dice que no las inventamos. La evolución dice que las heredamos.”

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El etólogo Marc Bekoff se pregunta porque nos resistimos a decir que animales como los lobos forman amistades entre ellos. Gunnar Ries Amphibol via Wikimedia Commons.

Si parece que escribir en cursiva y reparar autos son los únicos logros que nuestra especie puede reclamar como exclusivos, no se preocupe. No tenemos que exagerar las diferencias para notar la diferencia entre nosotros y los perros o los dodos. Sin embargo, muchas personas persisten en negarles habilidades y emociones a los animales, como también las palabras “humanas” para dichas características.

Algunas palabras son particularmente contenciosas al aplicarse a los animales. En 1993, Liz Thomas, describió, en su exitoso libro “La vida Escondida de los Perros”, como un casamiento la relación entre dos perros siberianos. Esto enojo a algunas personas y, sin embargo, las parejas de albatros permanecen juntas por 55 años, mientras que Britney Spears una vez se caso solo por 55 horas. De hecho, la duración promedio de casamientos que acaban en divorcio en los EEUU es de 8 años, según El Economista.

Hoy en día, Bekoff señala, algunas personas odian admitir que los animales mantienen amistades. El prejuicio esta tan expandido que “amigo” parece ser una mala palabra al ser aplicada a los animales. Piensa que es ridículo:

“De que otra manera llamarías una relación entre, digamos, dos perros o dos lobos o ciertos coyotes en la que dos animales pasan tiempo juntos, viajan juntos, hacen todas estas cosas juntos-no estoy hablando necesariamente de parejas-y entonces uno muere o desparece y el otro se lamenta o lo busca? Enlaces sociales a largo plazo, interacciones sociales reciprocas y que se yo. ¿De qué manera lo llamarías si no amigo?”

Se de lo que habla Bekoff. Crecí en los suburbios de Boston. Mi hermana y yo solíamos jugar con los chichos Morris que Vivian en la esquina de la cuadra y nuestro perro Penny jugaba con su perro Cleo. Mucho después de que nosotros, humanos, dejáramos de juntarnos, nuestros perros aun lo hacían.” 

Vicki and Penny
Izquierda: Vicki y Penny pasando el rato con vecinos amigos. Las amistades de Penny con otros perros eran profundas y duraderas. 

Cleo aparecía en nuestra puerta y su cola dura golpeaba contra la contrapuerta, anunciando su presencia. La escuchábamos “golpear” y dejábamos salir a Penny. Uno de los momentos más desgarradores de nuestra vida ocurrió cuando, después de unos días de la muerte de Penny, a la edad de 15 años, Cleo se apareció en la puerta. Ese día, en vez de dejar salir a Penny, invitamos dentro a Cleo. Y todos lloramos.  

Nosotros, como especie, podemos seguir discutiendo sobre si los animales pueden o no formar lazos de amistad, sentir celos, ser altruistas, hacer duelo, sentir alegría, entender lo que es justo. Yo sé de qué lado estoy. Aprendí la respuesta de Penny y Cleo. 

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