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Los Animales Tienen Emociones, pero ¿cómo deberíamos llamarlas?

Por Vicki Croke
Traducido por: Astrid Strasser. 

Los humanos hablamos. Los animales vocalizan.

Nosotros Amamos. Ellos desarrollan vínculos.

Nosotros desarrollamos lazos de amistad, ellos mantienen conexiones sociales.

Nosotros sentimos celos, ellos protegen un recurso.

Nosotros tenemos sexo, ellos copulan.

¿Notan un patron?

Nosotros humanos parecemos determinados a separarnos del resto del reino animal aunque tengamos que hacer trampa. Y a veces parece que hacemos trampa porque mientras que los científicos continúan juntando evidencia, documentando cuanto compartimos con otros animales-emocionalmente, cognitivamente y neuro-químicamente-muchos humanos todavía utilizan distinciones lingüísticas anticuadas que ponen a los animales en un lugar pretendidamente inferior.

En Julio de este año, un estudio publicado en PLOS ONE indicaba que los perros experimentan celos. Es una emoción compleja-combinando otras emociones, como enojo y resentimiento- y que ha sido siempre considerada exclusivamente humana. 

Pero eso es solo el ejemplo más actualizado (N/T: este artículo fue publicado en Agosto 2014) sobre como la ciencia encuentra características “humanas” en el mundo animal. Desde que Jane Goodall, en 1960, vio a chimpancés arrancando hojas de las ramas para poder pescar termitas-destruyendo la pretensión humana de ser el único animal que usara herramientas- nuestro estatus de criatura especial se ha visto puesto en constante duda. En la actualidad, se ha demostrado que muchas de las características que considerábamos exclusivamente nuestras no son más exclusivas que una subscripción a una revista semestral.  

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Los bonobos, entre los primates más cercanos a los humanos, comparten comida con extraños. Los investigadores creen que este comportamiento nos ayudará a entender el inicio del altruismo humano. Pierre Fidenci via Wikimedia Commons.

Para resumir unos pocos: las ratas demuestran arrepentimiento. Los elefantes parecen llorar a sus muertos. Los perros son fantásticos a la hora de leer las emociones humanas, capaces de hacer algo que nosotros mismos hacemos: escanear el lado derecho de la cara humana (el cual algunos investigadores dicen es el lado más expresivo). ¿El grado de conciencia que es necesario para reconocerse a uno mismo en el espejo? Como los humanos, algunos primates, elefantes, orcas, delfines y urracas han pasado la prueba del espejo.

¿Cooperación, compasión, juego, altruismo, un sentido de lo que es justo? Todos aparecen entre los animales, como así también algunas de las cosas malas: los chimpancés pueden deliberadamente engañar a otros chimpancés y a los humanos.

Y podemos llegar aun más profundo. No solo podemos encontrar comportamientos “humanos” y pensamiento en algunos animales; gracias a la tecnología, incluyendo el IRM, podemos también ver cuando áreas del cerebro que son activadas en los animales, y los químicos que se filtran, equivalen a nuestras propias funciones cerebrales. Por ejemplo, se pensó alguna vez que las células fusiformes, las cuales parecen ser importantes en procesar emociones, eran exclusivas del ser humano y los grandes simios; ahora sabemos que son también abundantes en el cerebro de las ballenas.

Se descubrió en un estudio en Hungría que escuchar el sonido de la risa o el llanto causa la misma reacción en el cerebro de un perro que en el cerebro humano.

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Los delfines nariz de botella han pasado la prueba del espejo. Foto: lolilujah via Flickr Creative Commons.


Entonces, si los animales están probando ser tan como nosotros, ¿por qué nos resistimos a describir sus experiencias con los mismos términos que aplican a nosotros? ¿Tenemos miedo de ser acusados de ser no-científicos? Si es si, estamos entendiendo las cosas mal. “Es mala ciencia el robar a los animales de sus capacidades cognitivas, emocionales y morales.” Dice Marc Bekoff, biólogo evolucionista y autoridad en conducta y emoción animal. En su libro “La Vida Emocional de los Animales” escribe que:

“Es mala biología discutir contra la existencia de las emociones animales. Investigaciones científicas en biología evolucionista, etología cognitiva y neurociencia social apoya la opinión de que muchos y diversos animales tienen vidas emocionalmente ricas y profundas.”

Entonces, quizás es el antropomorfismo- la proyección de características humanas en otros animales-a lo que le tenemos miedo. Nuevamente, estaríamos errando.

Pensadores modernos como la autora Laurel Braitman, dice que el antropomorfismo correcto puede ser científicamente sólido. En su libro: “Locura Animal: como Perros Ansiosos, Loros Compulsivos, Gorilas Drogados y Elefantes en Recuperación Nos Muestran el Salvajismo de Nuestras Propias Mentes.” dice que podemos elegir

“antropomorfisar bien y, al hacerlo, hacer interpretaciones más precisas sobre el comportamiento de los animales y sus vidas emocionales. En lugar de ser proyecciones humanas, el antropomorfismo puede ser el reconocimiento de características humanas en otros animales y viceversa.”

Bekoff señala que las emociones son importantes para todas las criaturas sociales-ayudándonos a entablar relaciones, a vivirlas y a protegernos a nosotros mismos. Como lo  expresa Elizabeth Marshall Thomas, famosa autora y antropóloga:

“la conciencia es algo que hemos obtenido a través de nuestro largo pasado de mamíferos. El pensamiento y las emociones tienen valor evolutivo.”

Sy Montgomery, la escritora sobre naturaleza que ha vendido más libros, está de acuerdo:

“Hablamos de ser antropomorfistas, sobre atribuir características humanas a los animales.” Dice por teléfono desde su casa en New Hampshire. “¿Quien dice que estas características son humanas? ¿Quién dice que las inventamos? La evolución dice que no las inventamos. La evolución dice que las heredamos.”

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El etólogo Marc Bekoff se pregunta porque nos resistimos a decir que animales como los lobos forman amistades entre ellos. Gunnar Ries Amphibol via Wikimedia Commons.

Si parece que escribir en cursiva y reparar autos son los únicos logros que nuestra especie puede reclamar como exclusivos, no se preocupe. No tenemos que exagerar las diferencias para notar la diferencia entre nosotros y los perros o los dodos. Sin embargo, muchas personas persisten en negarles habilidades y emociones a los animales, como también las palabras “humanas” para dichas características.

Algunas palabras son particularmente contenciosas al aplicarse a los animales. En 1993, Liz Thomas, describió, en su exitoso libro “La vida Escondida de los Perros”, como un casamiento la relación entre dos perros siberianos. Esto enojo a algunas personas y, sin embargo, las parejas de albatros permanecen juntas por 55 años, mientras que Britney Spears una vez se caso solo por 55 horas. De hecho, la duración promedio de casamientos que acaban en divorcio en los EEUU es de 8 años, según El Economista.

Hoy en día, Bekoff señala, algunas personas odian admitir que los animales mantienen amistades. El prejuicio esta tan expandido que “amigo” parece ser una mala palabra al ser aplicada a los animales. Piensa que es ridículo:

“De que otra manera llamarías una relación entre, digamos, dos perros o dos lobos o ciertos coyotes en la que dos animales pasan tiempo juntos, viajan juntos, hacen todas estas cosas juntos-no estoy hablando necesariamente de parejas-y entonces uno muere o desparece y el otro se lamenta o lo busca? Enlaces sociales a largo plazo, interacciones sociales reciprocas y que se yo. ¿De qué manera lo llamarías si no amigo?”

Se de lo que habla Bekoff. Crecí en los suburbios de Boston. Mi hermana y yo solíamos jugar con los chichos Morris que Vivian en la esquina de la cuadra y nuestro perro Penny jugaba con su perro Cleo. Mucho después de que nosotros, humanos, dejáramos de juntarnos, nuestros perros aun lo hacían.” 

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Izquierda: Vicki y Penny pasando el rato con vecinos amigos. Las amistades de Penny con otros perros eran profundas y duraderas. 

Cleo aparecía en nuestra puerta y su cola dura golpeaba contra la contrapuerta, anunciando su presencia. La escuchábamos “golpear” y dejábamos salir a Penny. Uno de los momentos más desgarradores de nuestra vida ocurrió cuando, después de unos días de la muerte de Penny, a la edad de 15 años, Cleo se apareció en la puerta. Ese día, en vez de dejar salir a Penny, invitamos dentro a Cleo. Y todos lloramos.  

Nosotros, como especie, podemos seguir discutiendo sobre si los animales pueden o no formar lazos de amistad, sentir celos, ser altruistas, hacer duelo, sentir alegría, entender lo que es justo. Yo sé de qué lado estoy. Aprendí la respuesta de Penny y Cleo. 

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